EL ROMANTICISMO ES EUROPEO
Buenos días,
Mi nombre es Ignacio y para trabajar los valores culturales europeos, hoy nos hemos propuesto descubrir cómo la literatura tiende puentes entre los diversos países que componen la Unión.
Y el Romanticismo nos venía como anillo al dedo, ya que de forma simultánea pero en cada diferente lengua, distintos autores europeos fueron componiendo historias de terror, nihilismo, evasión de la realidad y sentimientos hipertrofiados que hoy conforman un único movimiento artístico y literario de características comunes.
Para ello, hemos hecho grupos y hemos repartido entre cada uno de ellos un texto del Romanticismo de un autor europeo diferente sin identificar. De cada texto teníamos que trabajar las siguientes cuestiones:
1. ANALIZA EL FRAGMENTO:
- ¿Qué sucede en el fragmento?
- Indica tipo de narrador y focalización
- Indica género y subgénero
- Señala las figuras retóricas más destacadas
- Localiza los adjetivos (constata que son profusos, explicativos...)
- Localiza lugar y momento en que se desarrolla el pasaje
- Enuncia el tema que se trata en él
- Haz un retrato del personaje principal
- Indica las características de rebeldía, libertad, huída, rechazo social del protagonista del relato
- ¿Hay presencia de lo oscuro, lo maligno, lo sobrenatural?
2. ¿A qué obra literaria pertenece el fragmento?
3. ¿Autor, país, idioma?
4. ¿Cuál es el argumento de la obra completa?
5. ¿A qué movimiento literario pertenece? Justifica tu respuesta.
Y cada grupo LO HA EXPUESTO AL RESTO DE LA CLASE.
Resulta que hemos descubierto que tienen características temáticas y formales similares, aunque pertenecen, en este orden, a una inglesa (Mary Shelly, Frankenstein), un alemán, (Goethe, Fausto), un irlandés, (Bram Stoker, Drácula), un español (Espronceda, El estudiante de Salamanca) y un inglés (Stevenson, Dr. Jekyll y Mr. Hyde).
A continuación os dejamos los fragmentos sobre los que hemos trabajado:
TEXTO 1
Una
desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con
una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mí alrededor los
instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa
inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia
golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido,
cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus
ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento
convulsivo sacudió su cuerpo.
¿Cómo
expresar mi sensación ante esta catástrofe, o describir el engendro que
con tanto esfuerzo e infinito trabajo había creado? Sus miembros
estaban bien proporcionados y había seleccionado sus rasgos por
hermosos. ¡Hermosos!: ¡santo cielo! Su piel amarillenta apenas si
ocultaba el entramado de músculos y arterias; tenía el pelo negro, largo
y lustroso, los dientes blanquísimos; pero todo ello no hacía más que
resaltar el horrible contraste con sus ojos acuosos, que parecían casi
del mismo color que las pálidas órbitas en las que se hundían, el rostro
arrugado, y los finos y negruzcos labios.
Las
alteraciones de la vida no son ni mucho menos tantas como las de los
sentimientos humanos. Durante casi dos años había trabajado
infatigablemente con el único propósito de infundir vida en un cuerpo
inerte. Para ello me había privado de descanso y de salud. Lo había
deseado con un fervor que sobrepasaba con mucho la moderación; pero
ahora que lo había conseguido, la hermosura del sueño se desvanecía y la
repugnancia y el horror me embargaban. Incapaz de soportar la visión
del ser que había creado, salí precipitadamente de la estancia. Ya en mi
dormitorio, paseé por la habitación sin lograr conciliar el sueño.
Finalmente, el cansancio se impuso a mi agitación, y vestido me eché
sobre la cama en el intento de encontrar algunos momentos de olvido. Mas
fue en vano; pude dormir, pero tuve horribles pesadillas. Veía a
Elizabeth, rebosante de salud, paseando por las calles de Ingolstadt.
Con sorpresa y alegría la abrazaba, pero en cuanto mis labios rozaron
los suyos, empalidecieron con el tinte de la muerte; sus rasgos
parecieron cambiar, y tuve la sensación de sostener entre mis brazos el
cadáver de mi madre; un sudario la envolvía, y vi cómo los gusanos
reptaban entre los dobleces de la tela. Me desperté horrorizado; un
sudor frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes y
movimientos convulsivos me sacudían los miembros. A la pálida y
amarillenta luz de la luna que se filtraba por entre las contraventanas,
vi al engendro, al monstruo miserable que había creado. Tenía levantada
la cortina de la cama, y sus ojos, si así podían llamarse, me miraban
fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró unos sonidos
ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba sus mejillas. Puede que
hablara, pero no lo oí. Tendía hacia mí una mano, como si intentara
detenerme, pero esquivándola me precipité escaleras abajo. Me refugié en
el patio de la casa, donde permanecí el resto de la noche, paseando
arriba y abajo, profundamente agitado, escuchando con atención, temiendo
cada ruido como si fuera a anunciarme la llegada del cadáver demoníaco
al que tan fatalmente había dado vida.
TEXTO 2
“Física. Metafísica. Derecho,
Medicina después, y Teología
También, ¡ay. Dios! por mi desgracia, todo,
todo lo escudriñé con ansia viva,
y hoy, ¡ pobre loco de infeliz mollera!
¿qué es lo que sé? Lo mismo que sabia.
¡Sólo pude aprender que no sé nada,
y el alma en la contienda está rendida!
Bachiller o doctor, seglar o preste,
nadie su ciencia iguala con la mía;
ni escrúpulo ni duda me atormentan:
ni demonio ni infierno me intimidan;
y así. de sombras y de espantos libre,
huyó todo el encanto de mi vida.
Al hombre inútil; para el bien estéril,
nada puedo enseñar que de algo sirva,
y sin caudal, ni crédito, ni honores,
vida arrastro que un can despreciaría.
Doyme a la Magia. pues. ¡OH, si pudiera
el vigor del Espíritu, que anima
al Verbo humano, la secreta clave
revelarme de todos los enigmas!
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FAUSTO.- Para acercarme al monstruo, empezaré por emplear el conjuro de los Cuatro: La salamandra se inflame, la ondina se enrosque, el silfo se desvanezca, el gnomo trabaje.
El que no conozca los elementos, su fuerza y sus propiedades, nunca
podrá ser dueño de los espíritus. Salamandra, conviértete en llama;
Ondina, húndete murmurando en la onda azul; brilla, SilfO, en el
resplandor del meteoro; y tú, íncubo, ven a cerrar la marcha y a
ofrecerme tu poderoso socorro. Ninguno, sin embargo, de los cuatro
existe en el interior del monstruo. Queda inmóvil y rechina los dientes,
sin que yo le haya dañado. Pero aguarda, que ya sabré combatirte con
conjuros de más poder. Compadre, ¿eres un desertor del infierno? Si lo
eres, abre los ojos y contempla este signo, al que en vano intentaría
resistir la infernal cohorte. Ya empieza a hincharse y ya se le erizan
las crines. Ente maldito, ¿puedes leerle? ¿Puedes descifrar el nombre
del incomprensible, del que no fue creado, de aquel a quien los cielos
adoran, y al que intentó derrocar el crimen en su delirio? Se hincha
detrás de la estufa como un elefante, llena el espacio; al verle
hincharse de ese modo diría cualquiera que va a volverse una nube. No
subas hasta el techo: mejor será que vengas a arrojarte a los pies de tu
amo. Vamos, obedece sin dudar, pues ya sabes que no amenazo en vano y
que soy capaz de abrasarte en un mar de fuego; no esperes la luz tres
veces incandescente; no esperes al más temible de todos mis conjuros.
MEFISTÓFELES,
mientras se extiende la nube, aparece detrás de la estufa y se adelanta
ell traje de estudiante.- ¿Por qué tanto alboroto? Caballero, ¿en qué
puedo servirle?
FAUSTO.- ¡El perro de aguas transformado en estudiante viajero, no deja de divertirme!
MEFISTÓFELES.- Salud al sabio doctor, que tanto sudor me ha producido.
FAUSTO.- ¿Cuál es tu nombre?
MEFISTÓFELES.-
Muy inocente me parece la pregunta, sobre todo para quien desprecia
tanto las palabras y que, en su retraimiento de las apariencias, sólo
desea conocer el fondo de los espíritus.
FAUSTO.-
Entre ustedes, señores, todo ser podrá conocerse con facilidad por el
nombre que lleva, pues que se les llama blasfemos, corruptores,
mentirosos. Con todo, dime quién eres.
MEFISTÓFELES.- Una porción de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre obra el bien.
FAUSTO.- ¿Qué significa ese enigma?
MEFISTÓFELES.-
Soy el espíritu que lo niega todo, y no sin razón, porque todo cuanto
existe en el mundo debería arruinarse y sería aún mejor que no
existiera. Para mí no hay más elemento que el que ustedes conocen con
los nombres del mal, destrucción y pecado.
FAUSTO.- Te nombras en parte, y te veo, sin embargo, completo ante mí.
MEFISTÓFELES.-
Te digo la pura verdad: si el hombre, ese pequeño mundo de orgullo y de
locura, cree generalmente ser Un todo, de mí sé decir te que sólo soy
una parte de la parte que en un principio era todo; una porción de las
tinieblas de donde provino la luz, la luz soberbia, que ahora disputa a
su madre la noche su antiguo rango y el espacio en que imperaba; si bien
con poco éxito, porque, a pesar de todos su esmero, se ve rechazada en
todo lugar, logrando tan sólo arrastrarse por la superficie de los
cuerpos. Brota de la materia y la embellece, y basta, no obstante, un
solo cuerpo para detener su carrera. Por eso espero que no dure mucho y
que acabe por quedar anonadada con la materia.
TEXTO 3
" La hermosa joven se arrodilló y se inclinó sobre mí, con maligna satisfacción. Había en ella una voluptuosidad deliberada que era a la vez excitante y repulsiva, y al arquear el cuello llegó a lamerse los labios como un animal, hasta que pude ver a la luz de la luna la humedad que brillaba en los labios escarlatas y en la roja lengua con la que se lamía los dientes rojos y aguzados. Su cabeza descendía cada vez más... cerré los ojos en éxtasis y esperé.
(...)
No hay duda de que existen los vampiros; algunos de nosotros tenemos evidencias de ello. Incluso, aunque no tuvieramos una prueba en nuestra propia y desdichada experiencia, las informaciones y los datos del pasado aportan pruebas suficientes. Admito que al principio fui escéptico. Si no hubiera sido porque a través de largos años me he entrenado para tener una mentalidad abierta, no habría creído hasta que llegó el momento en que los hechos golpeaban en mi oído: "¡Míralo! ¡Míralo! Lo probamos, lo estamos probando". Sin embargo, si hubiera sabido al principio lo que sé ahora --si al menos lo hubiera sospechado---, una vida preciosa para todos los que la queríamos no se hubiera perdido. Pero ya no tiene remedio y ahora debemos trabajar para que no perezcan otras almas, que podamos salvar.
El nosferatu no muere como la abeja que ha punzado una vez. Sólo se hace más fuerte, y, por serlo, tiene aún más poder para el mal. El vampiro que está entre nosotros tiene como persona más fuerza que veinte hombres; su astucia es muy superior a la de los mortales, porque es una astucia que va creciendo con los siglos; tiene la ayuda de la nigromancia que es, como implica la etimología de la palabra, la adivinación por la muerte, y todos los muertos a los que pueda acercarse están a sus órdenes; es una bestia, más que una bestia; de una crueldad demoniaca y carece de corazón; puede, sin limitaciones, aparecer a su voluntad donde y cuando quiera, y en cualquiera de las formas que elija. Puede, en su área de acción, dirigir los elementos: la tormenta, la niebla, el trueno; tiene poder sobre las cosas más repugnantes: la rata, la lechuza y el murciélago, la polilla y el zorro, y el lobo; puede crecer o reducir su tamaño y puede, en ocasiones, desvanescerse y aparecer sin ser visto.
Entonces, ¿cómo podríamos comenzar nuestra lucha para destruirle? ¿Cómo podemos descubrir dónde está, y, si lo encontramos, cómo destruirle?
Queridos amigos, la empresa que vamos a emprender es demasiado terrible y puede traer consecuencias que harían temblar al más valiente. Porque si perdemos en nuestro empeño, significa que, ha ganado él, y , entonces, ¿qué final nos espera?
¡La vida no es tan importante para mí y no me importa perderla! Pero el fracaso no es sólo un asunto de vida o muerte. Sino que nos volveríamos como él; que nos convertiríamos en seres horribles de la noche, como él, sin corazón ni consciencia, haciendo presa en los cuerpos y en las almas de aquellos a los que más queremos. Se nos cerrarían para siempre las puertas del cielo, porque ¿quién nos las iba a abrir de nuevo? Seguiríamos siendo aborrecidos por todos, como una mancha en el brillo del rostro de Dios; una flecha clavada en el costado de Él que murió por el hombre. Pero estamos frente a frente con nuestro deber, ¿podemos en este caso abandonar? Por mi parte, digo que no, pero soy viejo, y la vida, con su sol, sus lugares agradables, con el canto de los pájaros, la música y el amor, ha quedado un poco atrás. Pero vosotros sois jóvenes. Algunos habeís visto grandes penas, pero todavía quedan días hermosos en vuestro futuro. "
TEXTO 4
Era más de media noche,
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antiguas historias cuentan,
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cuando en sueño y en silencio
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lóbrego envuelta la tierra,
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los vivos muertos parecen,
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los muertos la tumba dejan.
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Era la hora en que acaso
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temerosas voces suenan
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informes, en que se escuchan
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tácitas pisadas huecas,
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y pavorosas fantasmas
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entre las densas tinieblas
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vagan, y aúllan los perros
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amedrentados al verlas:
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En que tal vez la campana
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de alguna arruinada iglesia
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da misteriosos sonidos
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de maldición y anatema,
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que los sábados convoca
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a las brujas a su fiesta.
....
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TEXTO 5
“—Muy
bien —replicó el visitante—. Lanyon, recuerda tu juramento. Lo que vas a
ver debe quedar bajo el secreto de nuestra profesión. Y ahora, tú que
durante tanto...
tiempo
has mantenido las opiniones más estrechas de miras, tú que has negado
la existencia de la medicina transcendental, tú que te has reído de los
que te superaban en saber, ¡mira!
Y
diciendo esto se llevó el vaso a los labios y se bebió el contenido de
un golpe. Dejó escapar un grito, giró sobre sí mismo, dio un traspié, se
aferró a la mesa y allí quedó mirando al vacío, con los ojos inyectados
en sangre y respirando entrecortadamente a través de la boca abierta. Y
mientras le miraba, me pareció que empezaba a operarse en él una
transformación. De pronto comenzó a hincharse, su rostro se ennegreció y
sus rasgos parecieron derretirse y alterarse. Un momento después yo me
levantaba de un salto y me apoyaba en la pared con un brazo alzado ante
mi rostro para protegerme de tal prodigio y la mente hundida en el
terror.
—¡Dios
mío! ¡Dios mío! —repetí una y mil veces, porque allí, ante mis ojos,
pálido y tembloroso, medio desmayado y tanteando el aire con las manos
como un hombre resucitado de la tumba, estaba Henry Jekyll.”
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